Por Marta Sotres

Publicado originalmente por  MIT Technology Review in Spanish 


La sostenibilidad de las compañías del futuro pasará por soluciones disruptivas que logren adaptarse al desafío del envejecimiento de la población y pongan a los más mayores en el centro de su estrategia

La población mundial está envejeciendo. En 2050, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años (16% de la población, frente al 9% actual), según el informe de la ONU Perspectivas de la Población Mundial. De hecho, se estima que para ese año este colectivo sobrepase por primera vez en la historia a los menores de 15 años. Además, cada vez somos más longevos: en menos de un siglo las posibilidades de llegar a los 100 años han pasado de un 1% a un 50% en los países más desarrollados, según el Instituto Santalucía

El incremento de la esperanza de vida refleja los frutos de una evolución tecnológica, científica y social que progresa. Sin embargo, todo cambio demográfico y estructural lleva aparejado una transformación en la sociedad y en las dinámicas del mercado. En este nuevo contexto que se avecina, la innovación se convierte en el único salvavidas para diseñar soluciones disruptivas hacia la sostenibilidad empresarial. La capacidad de adaptarse a los consumidores del futuro y de construir nuevas respuestas será determinante. 

Para afinar la estrategia de negocio, habrá que partir de un enfoque sobre la innovación menos habitual. El Centro Internacional sobre el Envejecimiento lo define así: “Una innovación que suponga la adopción de cambios, modestos o sustanciales, en el proceso de envejecimiento de las personas, en su calidad de vida, en los espacios vitales que habitan y comparten, en la atención que reciben y en la convivencia social y familiar”. 

El auge de la silver economy

El cambio climático, el impacto ético de la IA, la ciberseguridad, la vulnerabilidad de la privacidad… Son muchos los desafíos que se aproximan, pero si hay una tendencia con efectos estudiados y predecibles es la del envejecimiento global. El aumento de la longevidad poblacional agitará los ejes que rigen nuestro mercado hoy. Se tendrán que sufragar los costes derivados del incremento de la asistencia sanitaria y habrá que rediseñar un sistema que equilibre vidas más longevas y trayectorias profesionales más extensas. 

Estos cambios repercutirán directamente en la urgencia de capacitar a los trabajadores mayores de 50 años, en jubilaciones activas o jubilaciones tardías y en la reinvención del rol profesional más sénior, lo que podría reavivar los cada vez más insostenibles sistemas públicos de pensiones. 

Además, a escala financiera, tendrá que potenciarse con más fuerza que nunca el ahorro privado y la planificación a largo plazo. Dos de los sectores que ya están tomando medidas en este aspecto son los bancos y las aseguradoras. En el caso de las segundas, una de las fórmulas que están explorando para minimizar los riesgos a la hora de ofrecer rentas vitalicias es la de “la cuarta edad”. Este modelo divide la jubilación en dos etapas: la primera, desde la jubilación hasta los 85 años y, la segunda, desde los 85 hasta el límite estimado de la supervivencia humana, 120.

El futuro de los negocios pasa por soluciones como estas, pensadas por y para la longevidad, y que ponen mayor foco en la silver economy o economía de plata. De hecho, según el informe The Silver Economy, de la Comisión Europea, Technopolis y Oxford Economics, si este sistema de producción pensado para los más mayores fuese hoy una nación, sería la tercera economía más grande del mundo, tras Estados Unidos y China. Y las perspectivas son aún más esperanzadoras: se estima que el gasto de la silver economy crecerá un 5% anual, hasta los 5,7 billones de euros en 2025, alcanzando el 32% del PIB europeo y el 38% del empleo, con 88 millones de nuevos puestos de trabajo.

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La longevidad como oportunidad de negocio

“El envejecimiento global es inevitable, pero la vejez, tal y como la conocemos, no. Es un concepto que hemos inventado. Redefinirlo depende de nosotros”. De las palabras del director del MIT AgeLab y autor de The Longevity Economy, Joseph F. Coughlin, se desprende que tras este gran reto mundial se esconde una oportunidad. Pero solo podrán actuar aquellas compañías que entiendan la dimensión del impacto y que se adapten al cambio de paradigma demográfico. 

Dentro de ese nuevo escenario se presentan dos grandes áreas de actuación:

  1. Desarrollo de aplicaciones tecnológicas para un envejecimiento activo: Se torna cada vez más necesario desarrollar productos o servicios que promuevan la participación activa de las personas mayores con las entidades públicas y privadas. Asimismo, el desarrollo de aplicaciones tecnológicas intuitivas y ágiles serán fundamentales para mejorar su integración en el mercado, dotándoles de autonomía y de una mejor calidad de vida. Este enfoque requerirá desde servicios orientados a su ocio hasta aquellos destinados a mejorar su atención sanitaria con dispositivos de salud conectada, de emergencia o localización. 

  2. Hábitats tecnológicos adaptados: El segundo gran enfoque de acción empresarial será el de construir hábitats tecnológicos adaptados a los más mayores. Avanzamos a toda velocidad hacia ciudades cada vez más automatizadas y tecnológicas, pero pocas veces se plantea la siguiente pregunta: ¿podrá una población cada vez más envejecida seguir el ritmo a esas ciudades? ¿Hará falta un crecimiento a dos velocidades, que no deje fuera a los más mayores? Partiendo, por ejemplo, de smart cities que cuenten con transportes habilitados para un mayor número de personas con capacidades reducidas o de hogares adaptados a las nuevas necesidades físicas y psicológicas poblacionales. 

 

Tiempos de 'Longevity Explorers'

Si comenzamos a tratar a las personas mayores como un grupo de consumo prioritario en el mercado, el sector tecnológico se verá obligado a redefinir su oferta actual. Ponerse en la piel de los “nuevos” consumidores para empatizar con sus necesidades, exigirá transformar el concepto (a menudo discriminatorio) de la vejez y diseñar tecnologías por y para ellos. 

Por esta razón, algunas empresas ya han comenzado a apoyarse en los Longevity Explorers, grupos focales con miembros de hasta 90 años que se convierten en los nuevos testers. En el MIT AgeLab, por ejemplo, han diseñado un traje de simulación de envejecimiento fisiológico en un intento de acercarse a los futuros consumidores. A largo plazo, no obstante, será necesario contratar a perfiles más sénior que tengan ese conocimiento implícito, sin necesidad de recurrir a complementos artificiales.

En este sentido se expresa la Chief People Officer in-residence de Opinno, Blanca Gómez, quien advierte de la necesidad de un cambio de mentalidad dentro de las compañías: “Hay que adaptarse al nuevo escenario y abrirse a otras alternativas. Hacen falta compañías que innoven en la flexibilización de jornadas, que se atrevan a personalizarlas y que no se estanquen en el concepto tradicional de tener empleados a tiempo completo”. Gómez entiende que el futuro del empleo pasará por confeccionar contratos a medida para los perfiles más sénior. Estos acuerdos incluirán dedicaciones más abiertas, flexibles y adaptadas a las motivaciones de cada trabajador y permitirán en paralelo un traspaso de conocimiento con menores costes para la compañía.

De una forma o de otra, el mercado del futuro experimentará una curiosa paradoja: el secreto de la juventud empresarial pasará por los más mayores. Serán ellos quienes marquen la vitalidad de los negocios más disruptivos.